Una familia de Illfurth
Alsacia es una región al noreste de Francia, está situada en el valle del río Rin y limita con Alemania y Suiza. A través del tiempo, esta zona ha estado bajo las jurisdicciones francesa y alemana, por ello, sus habitantes tienen una mezcla de ambas culturas. A esta región agrícola y próspera pertenece el pequeño pueblo de Illfurth, donde en el siglo XIX tuvieron lugar sucesos escalofriantes.
En aquella época, el poblado contaba con aproximadamente 1200 habitantes, lo que hacía que todos de alguna manera se conociesen. Vivía en esta localidad Josep Bürner, un humilde comerciante ambulante casado con Anne Marie Folzen. Mientras él se ocupaba de traer el sustento al hogar ella se ocupaba de las tareas domésticas y del cuidado de los 5 hijos del matrimonio.
Era una familia normal, muy apreciada en el pueblo, fervientes católicos y miembros activos de la Iglesia local. Sin embargo, en 1864, la tranquila vida familiar cambió drásticamente para convertirse en un infierno. Una pesadilla de horror que protagonizarían los dos hijos mayores del matrimonio, Thiubault y Joseph.
Comienza la pesadilla en Illfurth
En ese año Thiubault, el hijo mayor contaba con ocho años de edad. Era un niño delgado y alegre, un buen chico que acudía a la escuela local y ayudaba a sus padres en lo que podía. Joseph era el segundo, contaba con apenas seis años. Era un pequeño alegre, vivaracho y juguetón que aún no acudía al colegio, por ello, ayudaba a su madre en el cuidado de sus hermanitos.
Anne Marie, madre cariñosa y trabajadora, procuraba enseñar a sus hijos a rezar y buscaba sembrar en sus almas la Fe Cristiana. Sus hijos eran buenos niños, muy respetuosos y educados, también creyentes. Todo cambió un buen día a finales de 1864 cuando el profesor del colegio citó a Joseph padre para hablarle acerca de su hijo. Le comentó que Thiubault había cambiado su conducta. Hablaba utilizando palabras altisonantes, impropias de un niño de esa edad. Además cuando llegaba el momento de la oración, el chico profería unas blasfemias atroces, especialmente contra Jesús y la Virgen María.
Sorprendido, Joseph fue a su casa y comentó con su esposa la situación. En principio pensaron que podría ser influencia de alguno de los amiguitos del niño. En seguida descartaron esa hipótesis ya que sus amigos eran buenos chicos e hijos de buenas familias. Posteriormente Anne pensó que quizás el niño había escuchado proferir esas palabras a su padre mientras le ayudaba con el trabajo. Joseph lo negó rotundamente, él no era capaz de decir ese tipo de cosas.
Con el paso de los días, estas actitudes fueron en aumento, incluso Joseph, el hermano menor, empezó a manifestar una conducta similar.
Se incrementan las manifestaciones
Anne Marie comienza a escuchar ruidos raros por las noches provenientes de la habitación de los niños y cuando iba a mirar, no encontraba nada. Un buen día, Joseph le dijo a su madre que estaba asustado, ya que cada noche un extraño y horrendo ser emplumado les visitaba. Además, le había dicho que en ocasiones sentía como alguien le cogía por los pies y tiraba de él de la cama.
En principio, los padres no creyeron lo que decía el pequeño, hasta que un día, al entrar a la habitación encontraron a Thiubault completamente rígido. Parecía una tabla y era imposible moverlo. Desesperada Anne Marie pide a su marido que corra a buscar al médico. Joseph le dice a su madre que su hermano se encontraba así por la visita del monstruo. Mostró a sus padres unas extrañas plumas negras que estaban junto a la cama del chico. Al intentar cogerlas, estas se deshacían, dejando únicamente un polvillo del que se desprendía un olor repugnante. Minutos después, Thiubault vuelvía a la normalidad y no recordaba nada de lo ocurrido.
Este tipo de episodios se volvieron cada vez más frecuentes con el transcurrir de los días. En una ocasión, antes de comer, cuando Anne bendecía la mesa, los chicos se quedaron rígidos como tablas. Al tocarlos, su madre los sintió helados e incluso estaba segura de haberlos visto elevarse unos centímetros del suelo, con todo y silla.
El doctor Levy de Altkirch visitó a los niños y no pudo establecer una causa física que explicara la situación. Desesperado, Joseph fue a consultar al padre Karl Brey, párroco de Illfurth. Al relatarle el hombre los hechos al sacerdote, este comenzó a albergar oscuras sospechas. Sin perder tiempo, se dirigió a la casa de la familia.
Sospecha de posesión demoníaca
Cuando el padre Brey entró en la casa, los pequeños corrieron a ocultarse, como si la presencia del clérigo les aterrorizara. El sacerdote, se acercó a ellos y les dio su bendición. La reacción de los chicos fue proferir alaridos y blasfemias. Este sacerdote, hombre de gran fe, sospechaba que los niños eran víctimas de posesión demoníaca. Sin dilación, escribe una carta al obispo de Estrasburgo, monseñor André Raess en la que le relataba sus sospechas.
La respuesta del obispo fue que necesitaba que se cumplieran las cinco manifestaciones requeridas por la Iglesia Católica para autorizar un exorcismo. Además, estas debían ser corroboradas por gente honorable. Estas manifestaciones son: 1. Repulsión hacia Dios, Jesús, la Virgen María y todo símbolo católico. 2. Fenómenos físicos, esto quiere decir afectaciones corporales, movimiento de objetos sin mediación humana, levitación, etc. 3. Videncia y conocimiento oculto, es decir la capacidad de predecir hechos futuros, conocer sucesos pasados y la localización de objetos ocultos. 4. Sansonismo, esto es la manifestación de fuerza sobrenatural. 5. Xenoglosia, la capacidad del afectado de hablar distintas lenguas sin tener conocimiento previo de estas.
De momento, solo el primer síntoma parecía estarse cumpliendo, además, el sacerdote necesitaba testigos. A principios del 1865, el clérigo vuelve a casa de la familia acompañado por el profesor de Thiubault y de un miembro de la alcaldía de Illfurth. Los testigos pudieron corroborar como al ser bendecidos por el sacerdote los pequeños blasfemaban y se retorcían adoptando posturas anormales. Era evidente que algo estaba ocurriendo a los niños de esa humilde familia y el padre Brey estaba dispuesto a ayudarles.
Las manifestaciones demoníacas se incrementan
Con el correr de los días, las semanas y los meses, las manifestaciones de posesión se hacían cada vez más frecuentes y agresivas. Para 1866 los niños mostraban un aspecto físico deplorable y habían perdido mucho peso, a pesar de que ingerían cantidades ingentes de alimentos. Joseph había perdido mucho pelo ya que se lo arrancaba.
El padre Brey no desistía en su lucha y seguía enviando misivas al obispo solicitando un exorcismo. En estas cartas incluía testimonios de todo tipo de personas, mismos que cada vez eran más frecuentes. Los niños llegaron a ser conocidos como “Los endemoniados de Illfurth” y la prensa se hizo eco de los acontecimientos.
Los pequeños mostraban en ese año tres de los síntomas: el odio hacia lo que tiene que ver con Dios, el sansonismo, y la manifestación de fenómenos físicos. En casa los objetos se movían por sí solos. En ocasiones los niños levitaban y se contorsionaban adoptando posiciones imposibles. Otras veces, especialmente cuando eran bendecidos o algún objeto sacro les era acercado, sus vientres se inflamaban. Bajo la piel se podían ver movimientos anormales, como si se tratara de algún animal pugnando por salir.
Los signos de videncia comenzaron a ser más evidentes, en una ocasión le dijeron a una joven que su padre había fallecido. La chica, enfadada les respondió que era mentira, ya que el hombre estaba trabajando en la construcción. Esa misma tarde, la muchacha recibió la trágica noticia de que su padre había caído y la ruptura del cuello le había ocasionado la muerte.
También hablaban de acontecimientos pasados, relatándolos con tal exactitud que parecía que los hubiesen vivido. Se divertían comentándole a la gente sus secretos mejor guardados, sus vicios y alguna que otra fechoría. Llegaron a predecir el fallecimiento de varias personas.
La posesión demoníaca se confirma.
Para finales de 1867 al padre Brey no le quedaba ninguna duda de que los niños eran víctimas de ataques demoníacos. En su corazón sentía la necesidad de ayudarlos y por ello, las misivas al obispo eran cada vez más frecuentes y apremiantes. Los pequeños se habían demacrado de manera espeluznante, las convulsiones, vómitos de sustancias pestilentes y agresiones físicas se sucedían con demasiada frecuencia.
El padre Brey consiguió que fuese a Illfurth un prestigioso médico de otra localidad. El hombre, tras haber estado cinco minutos con los niños, salió huyendo despavorido. A los pocos días, el galeno había perdido el juicio y se había suicidado. Nunca se supo que vio o escuchó en la habitación de los chicos. Este acontecimiento junto con los testimonios de algunos policías y varios testigos llegaron al Obispo. A principios de 1869, monseñor Raess comienza a creer en la veracidad de los hechos, así que decide enviar una comitiva de monjes a investigar.
La comitiva, formada por un capuchino, un benedictino y un jesuita, acudió con premura a ver a los niños. Los clérigos pudieron comprobar fenómenos que se escapaban de toda lógica. Cuando conversaron con ellos, mencionaron episodios del pasado de cada uno de los religiosos. Además, les hablaron en español, francés, alemán, inglés y dialectos franceses y españoles. Era imposible que chicos tan pequeños dominaran tantos idiomas a la perfección.
El informe dirigido al Obispo era tajante y contundente. La posesión demoníaca era confirmada. Con todas las pruebas que necesitaba en mano, Monseñor aprueba los exorcismos a Thiubault y Joseph.
Los exorcismos de los niños de Illfurth
Para llevar a cabo los exorcismos, Monseñor Raess designa al padre Souquat, un experimentado exorcista y hombre de fe inquebrantable. El padre Brey, sería quien le ayudase en esta labor. Además, se decidió que cada uno los rituales debían llevarse a cabo por separado y en lugares diferentes.
El primero en ser exorcizado fue Thiubault, que fue llevado al orfanato regentado por monjas, Sant Charles en Schiltigheim, cerca de Estrasburgo. El exorcismo comenzó el 3 de Octubre de 1869 y en él estuvieron presentes los exorcistas, otros sacerdotes, algunas religiosas y la madre del niño. Incluso fue necesaria la ayuda de un hombre de gran fuerza llamado André para sujetar al chiquillo.
Fue un exorcismo violento en el que el mal no parecía ceder. En medio de la tensión, el padre Brey recordó que en una ocasión había recitado el Memorare, oración a la Virgen María. El resultado había sido un debilitamiento del demonio. Tras mucho esfuerzo y gracias a la intercesión de la Santísima Madre Thiubault fue liberado. En su interior se albergaban dos demonios, Ypés, comandante de 71 legiones infernales y Oribás, un demonio sordo.
Pocos días después, el 27 de Octubre, Joseph fue llevado a la capilla Burnkirch para ser sometido al ritual romano de exorcismo. Este también sería llevado a cabo por los padres Brey y Souquat. Como sucedió con el de su hermano, también fue violento y con los mismos participantes. Al igual que con Thiubault, fue gracias a la intercesión de María Santísima que el pequeño fue liberado. En su interior se albergaba un demonio llamado Salalethiel y algunos creen que había otro más que no reveló su nombre, ya que podía ser un potestado.
Tiempo después en Illfurth
Gracias a los exorcismos, los niños pudieron volver a la normalidad y regresar a su antigua vida. Thiubault, desafortunadamente murió dos años después, en 1871 con tan solo 16 años. Joseph vivió hasta los 27 años y consiguió casarse, falleció en Zillisheim en 1884. El padre de los muchachos vivió hasta los 85 años y el sacerdote Karl Brey murió con 70 en olor a santidad.
Nunca se pudo saber que fue lo que provocó la posesión demoniaca, pero el caso ha sido reconocido como uno de los más aterradores de la historia. En 1935, el padre Sutter recopiló toda la información existente y publicó el libro titulado El diablo. Sus palabras y sus actos en los endemoniados de Illfurth, Alsacia según documentos históricos.
En 1872, en el pueblo de Illfurth, cerca de la capilla de Burnkirch y de la plaza principal se erigió un monumento. Fue levantado en recuerdo del terrible episodio y en agradecimiento a la Santísima Virgen por su Divina Asistencia a los pequeños Jospeh y Thiubault. En el monumento, sobre el que se levanta una estatua de la Inmaculada, hay una placa en la que puede leerse:
“In Memoriam perpetuam liberationis duorum possessorum Theobaldi et Josephi Bürner, obtentae per intercessionem Beatae Mariae Inmaculatae. Anno Domini MDCCCLXIX.” En castellano, la inscripción dice:
“En perpetua memoria del libramiento de los dos endemoniados Teobaldo y Joseph Burner, debido a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada. En el año del Señor de 1869”.
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