Advertencia: El siguiente artículo no es apto para menores ni para personas susceptibles o fácilmente impresionables.
La infancia de Pedro Alonso López
Pedro Alonso López nació el 8 de Octubre de 1948 en Colombia, al parecer, en alguna parte del departamento de Tolima. Su madre, Benilda López de Castañeda ejercía la prostitución y de sus clientes engendró 13 vástagos, de los que nuestro protagonista era el séptimo. El padre de Pedro, Medgardo Reyes, fue asesinado seis meses antes del nacimiento del niño.
Pedro nació en una época en la que Colombia vivía una especie de guerra civil no declarada que duró varios años. Este periodo, conocido como “La Violencia” se saldó con la muerte de entre 250,000 y 300,000 personas. Los conflictos sumieron a la nación en el miedo ante los guerrilleros, la criminalidad desbordada y las facciones enfrentadas.
A los pocos años de nacer Pedro, Benilda se muda con sus hijos a la ciudad de Santa Isabel donde siguió ejerciendo su oficio para poder subsistir. La familia vivía en una casa muy pobre, cuya única habitación estaba dividida por una cortina. En un lado dormían los niños y en el otro, la mujer atendía a sus clientes. Esta circunstancia permitió que los chicos fuesen testigos, al menos de oído, de la actividad de su madre.
Según entrevistas a los vecinos de Benilda, estos afirmaban que la mujer era dura y maltrataba a sus hijos. Con respecto a Pedro, un vecino relataba a una cadena de televisión que ella “le pegaba con una escoba constantemente.”
Un buen día de 1957, cuando Pedro tenía 9 años, su madre lo sorprende tratando de abusar de su hermana menor. Benilda, ante lo que acababa de presenciar, decidió echar a Pedro de casa y condenar a su hijo a vivir en la calle.
La vida en las calles
Expulsado de su casa, Pedro comienza a deambular por las calles buscando algo que comer y donde pasar la noche. Estaba solo en un ambiente peligroso, con calles repletas de delincuentes y guerrilleros. Intentó conseguir algún empleo, pero fue en vano, esto lo obligó a buscar sobras de comida en la basura y a dormir, si podía, en algún edificio abandonado. Era un niño solo en territorio de criminales.
Llevaba días en la calle y su aspecto estaba muy desmejorado por la falta de higiene, la mala alimentación y el miedo constante. Un día, se acercó a él un hombre mayor ofreciéndole alojamiento y comida. Pedro no se lo pensó dos veces y fue con él. Sin embargo, el individuo lo llevó a un edificio abandonado donde lo amarró, lo maltrató y lo sodomizó. Días después, lo liberó otra vez en las calles, en el mismo estado en el que lo había encontrado.
Para 1958, Pedro tenía 10 años y llevaba algunos meses viviendo en las calles, había aprendido a sobrevivir en un entorno hostil. Sin embargo, un buen día, su suerte cambio de repente cuando una pareja de estadounidenses le vieron. Apiadados por su mal aspecto, le proponen adoptarle y se lo llevan a su casa.
Pedro comienza a vivir en un entorno familiar real, tiene comida caliente, una casa y va a la escuela donde convive con otros niños. Así pasó dos años, de los que él llegó a decir que “fueron los mejores de su vida”. Todo se trastocó cuando en una ocasión, en 1960, un profesor abusó sexualmente de él. Cegado por la rabia, Pedro coge el dinero que encuentra en la oficina del colegio y huye.
Comienza la carrera criminal de Pedro Alonso López
Tras huir del colegio y de los americanos, Pedro regresa a las calles, entorno que le era conocido. Durante unos días volvió a intentar obtener un empleo, pero todo fue en vano, así que decidió dedicarse a la delincuencia. En las calles aprendió a pelear con cuchillos, a robar y a fumar bazuko, que es la pasta base de la cocaína.
Es importante destacar que desde muy temprana edad Pedro ha sido un gran mentiroso y poseía una impresionante capacidad para engañar. Así que decide ingresar en las bandas de robos de automóviles y con los años desarrolla una sorprendente habilidad. Tan bueno era, que jefes de bandas delictivas le encargaban trabajos y también enseñar a los novatos el “oficio”. La actividad delictiva le permitía la subsistencia, sin embargo, tras pasar nueve años como ladrón, fue detenido en 1969.
En el juicio fue condenado a cumplir una sentencia de siete años en la cárcel. A los pocos días de ingresar en prisión, tres reos lo violan brutalmente. Este fue un punto de inflexión en la vida de Pedro, ya que decidió vengarse. Días después, se hizo de un cuchillo y fue a buscar a cada uno de sus agresores para degollarlos.
Las autoridades carcelarias consideraron que los homicidios fueron en defensa propia, así que solo aumentaron dos años a su condena. Pero, fue un gran error, porque el demonio que habitaba en Pedro Alonso López había despertado. Había asesinado y lo había disfrutado, los mató mirándoles a los ojos. Durante su estancia en prisión, ningún reo se atrevió a intentar hacerle daño, sabían que estaban ante un hombre peligroso. En la cárcel, López se dedicó a consumir pornografía, muy edificante como veis. En vez de buscar ayuda psiquiátrica o aprender algún oficio, empleaba su tiempo con este tipo de materiales.
Pedro Alonso López queda libre
Pedro Alonso López, tras cumplir su condena, fue puesto en libertad en 1978. El monstruo que habitaba en él había despertado y estaba lleno de odio y de ira contra la humanidad. Deseaba cobrar venganza por el daño que le habían hecho y estaba dispuesto a hacerlo. En su mente retorcida confluían tres elementos: el odio hacia su madre, la imagen cosificada de la mujer debido al consumo excesivo de pornografía y el deleite que experimentó en el momento de asesinar.
En algunas declaraciones llegó a tratar de justificar sus atrocidades argumentando que eran producto de su dura infancia. En una ocasión afirmó: “Recuerdo ser un niño vivo y enérgico. Inocente. Luego, en la mayor parte de mi infancia viví en lugares sucios y sórdidos. Mi vida ha sido deshonesta porque fui abandonado. Los años pueden tomar a alguien y cambiarlo drásticamente”. Y en otra entrevista sentenció: “Soy un hombre adulto. He llevado una vida al revés. Me he vuelto desorientado, engañado. Todo porque me faltaba apoyo y ayuda, cuando eso es lo que más necesitaba.”
Una vez libre se trasladó a las zonas rurales del país, donde obtenía pequeños empleos ocasionales que le permitían mal vivir. Con el paso de los días, comenzaron a desaparecer niñas en edades comprendidas entre los nueve y los doce años. Las denuncias por desapariciones comienzan a ser excesivas. Sin embargo, las autoridades las desestiman, ya que piensan que es obra de los grupos delictivos o de las mafias de tráfico de personas.
Los habitantes de aquellas localidades estaban alarmados y vivían en el miedo constante, por ello, muchos comenzaron a sobreproteger a sus hijas. Tras una breve estancia en Colombia y haber dejado un rastro de muerte, Pedro Alonso López se traslada a Perú, donde continuaría su diabólica carrera.
Pedro Alonso López, el monstruo de los Andes
Tal y como había ocurrido en Colombia, Pedro Alonso López se dedicó a asesinar niñas, todas en el mismo rango de edad. De igual manera que en el país vecino, las autoridades desestimaron las denuncias por desaparición. Las achacaban a las mafias de tráfico y a grupos criminales como Sendero Luminoso, que en aquella época estaban muy activos.
López se movía entre comunidades rurales, principalmente en la zona de Ayacucho. Los habitantes de aquellas comarcas vivían en el miedo constante. Sabían que un predador despiadado los merodeaba y le bautizaron como El monstruo de los Andes.
Las desapariciones seguían sucediendo, pero un día, unos hombres de una comunidad rural se percataron de que Pedro intentaba llevarse a una niña. Sin pensarlo dos veces fueron por él y lo apresaron. Habían capturado al monstruo de los Andes y su castigo debía ser ejemplar. Sería el mismo Pedro Alonso López quien relataría este episodio: “Los indios en el Perú me habían atado y enterrado en la arena hasta el cuello cuando se enteraron de lo que les había estado haciendo a sus hijas. Me habían cubierto de miel y me iban a dejar para ser devorado por las hormigas, pero una señora misionera americana vino en su jeep y les prometió que me entregaría a la policía.”
Existen dos versiones de lo que ocurrió a continuación: una afirma que fue la misionera la que lo liberó en la frontera de Colombia. La otra menciona que lo entregó a las autoridades, quienes a falta de pruebas en su contra, lo deportaron a su país natal. De cualquier manera, El monstruo de los Andes estaba de nuevo en libertad y esta vez decide trasladarse a Ecuador.
El demonio llega a Ecuador
En cuanto llega a Ecuador, Pedro Alonso López vuelve a las andadas. Como hizo en Perú y Colombia, se mueve por comunidades rurales. De la misma manera comienzan a abundar las denuncias por desapariciones y en principio, las autoridades ecuatorianas operan igual que en sus países vecinos.
Un buen día, en Ambato, ocurre una fuerte riada que dejó al descubierto los cadáveres de cuatro niñas que habían sido reportadas como desaparecidas. Este acontecimiento pone a la policía en alerta y deciden investigar las desapariciones.
Días después del desastre, Pedro se encontraba en el mercado Urbina, en Ambato, donde intentaba raptar a la pequeña Marie de doce años. La madre de la niña, Carmina Póveda, se percató y sus gritos alertaron a vendedores y compradores. Una turba se lanzó contra el delincuente y consiguieron apresarlo y entregarlo a las autoridades.
La policía ignoraba que tenían en sus dependencias a un criminal de extrema peligrosidad. En el interrogatorio, López se negó a declarar, no pronunció palabra ni siquiera para desmentir las acusaciones que se le imputaban. Era un hábil mentiroso y engañador y solo trató de utilizar artimañas para que las autoridades lo tomasen como un loco.
La espeluznante confesión de Pedro Alonso López
Pedro Alonso López, el monstruo de los Andes, había sido detenido el 9 de marzo de 1980. Ante su negativa a declarar y las tonterías que decía, los agentes de policía decidieron tenderle una trampa. Mandarían traer a un sacerdote, el padre Córdoba Gudino, que se encargaría de persuadirle a confesar. Otra versión afirma que no era un clérigo, sino un agente disfrazado.
Córdoba ingresa en la celda con el prisionero y hábilmente lo persuade a que confiese. Mientras tanto, en una habitación contigua, agentes de policía escuchaban el relato. Toda una noche pasó el buen hombre escuchando las atrocidades que había cometido este demonio. Le relató con pelos y señales como elegía a sus víctimas, como las violaba y las asesinaba. Reconoció haber asesinado a 100 niñas en Colombia, 100 en Perú y muchas más en Ecuador.
En cuanto terminó la confesión, Córdoba Gudino salió descompuesto de aquella celda, tiempo después, este hombre declararía: “Me ha confesado actos tan horribles, bestiales y violentos que no podía seguir escuchándole. Primero violaba a las niñas y luego las estrangulaba mirándolas fijamente a los ojos porque en ese instante la excitación sexual y el placer llegaba a su máximo punto, antes de que sus vidas se marchitaran.” En un intento de justificar sus atrocidades, Pedro Alonso López declaró: “Perdí mi inocencia a la edad de ocho años, así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas jóvenes como pudiera.”
Además con un desmedido cinismo afirmaba que prefería a las ecuatorianas porque: “son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños.” La declaración resultaba muy rocambolesca. De ser cierto, desde que salió de prisión en 1978 hasta su captura en 1980, había cometido un promedio de tres crímenes por semana.
El monstruo de los Andes es enviado a Prisión
Para confirmar la veracidad de sus palabras, Pedro Alonso López guio a los agentes de policía hasta una de sus zonas de enterramiento. En el lugar encontraron un total de 57 cadáveres. Posteriormente los llevó a otras áreas donde hallaron algunos más. Tristemente, no pudieron ser rescatados todos los restos de las menores. Los investigadores estiman que el número de víctimas puede oscilar alrededor de 350. Como podéis ver estamos ante el asesino serial más prolífico de la época moderna.
Se celebró el juicio y Pedro Alonso López fue condenado a 16 años de prisión, que en aquella época era la pena máxima en Ecuador. Es enviado al penal García Moreno en Quito, donde llegaría a conocer a otro despiadado asesino, Daniel Camargo, conocido como El monstruo de los Manglares. (Si deseas conocer el caso de este otro demonio, solamente pincha aquí ).
En el presidio fue evaluado por médicos psiquiatras quienes diagnosticaron que estaban ante un “sociópata con un trastorno de personalidad antisocial sin conciencia ni empatía. Con gran habilidad para la manipulación y el engaño mediante el uso de la palabra.” Y se recomendó encarecidamente que el sujeto no debía salir en libertad debido a su alta peligrosidad.
El modus operandi de Pedro Alonso López
El método de selección de sus víctimas consistía en elegir a aquellas niñas que según él “tuvieran los ojos más inocentes”. Tras haberlas seleccionado, las acechaba de forma metódica disimulando sus intenciones durante unos días y cuando encontraba el momento oportuno les ofrecía alguna baratija para que le acompañasen.
En cuanto llegaban a un paraje desolado, las violaba, posteriormente las estrangulaba y las sepultaba en fosas comunes donde ocultaba 3 o 4 cadáveres. Todos sus crímenes los cometía a la luz del día. El mismo declaró: “Obligaba a la niña a tener sexo conmigo y ponía mis manos alrededor de su garganta. Cuando el sol salía la estrangulaba (…) Sólo era bueno si podía ver sus ojos. Nunca maté a nadie de noche. Habría sido un desperdicio en la oscuridad, tenía que verlas a la luz del día (…) Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba como se iba apagando la luz de sus ojos. Sólo aquellos que matan saben a qué me refiero”.
En ocasiones regresaba a alguna de las fosas comunes para desenterrar alguno de los cuerpos y sostener con él prácticas necrófilas. A sus víctimas las denominaba “muñequitas” y tras desenterrarlas, las sentaba y jugaba a una macabra fiesta de té con los restos, posteriormente volvía a sepultarlas ya que según él: “Como ellas no se podían mover me aburría e iba a buscar nuevas niñas”.
Todas sus víctimas habían sido de raza indígena, al preguntársele por qué, simplemente respondió: “jamás secuestré ni maté a niñas blancas porque sus padres vigilaban demasiado”. Con respectos a las niñas extranjeras, sin descaro dijo: “A menudo seguí a familias de turistas con el deseo de llevarme a sus hermosas hijas rubias. Pero nunca tuve oportunidad, Sus padres vigilaban demasiado.”
Una entrevista con Ron Laytner
Durante su estancia en prisión, Pedro Alonso López accedió a conceder una entrevista al periodista estadounidense Ron Laytner. Fue una de las pocas que concedió, pero también la más completa. Como requisito para hablar, Pedro exigió poner sus manos sobre las muñecas de la hija del director del presidio, que fungiría de intérprete en la entrevista.
Fue un momento tenso, todos tenían miedo de que el psicópata hiciera algo a la joven. Ella valientemente accedió, mientras tanto, varios guardias apuntaban con sus armas al criminal, dispuestos a oprimir el gatillo ante el menor intento de ataque. Afortunadamente, nada ocurrió. Quizá porque a Pedro le provocaban repulsa las mujeres adultas. Esto se debía a la imagen que tenía de ellas adquirida por el consumo desmedido de pornografía y el recuerdo de su madre. Aquí os dejo algunas de las perlas que soltó en la entrevista:
“Iba por mis víctimas caminando por los mercados buscando jovencitas con una mirada de inocencia y belleza en sus caras. Tenía que ser una buena niña, que anduviese con su madre. Las seguía por dos o tres días esperando que estuvieran solas; de ahí les ofrecía alguna chuchería como un espejito. Acto seguido me seguían hasta un arrabal donde les prometía regalarles otras cosas. Allí en mi escondite yo ya tenía las tumbas cavadas, a veces había cuerpos de víctimas anteriores todavía frescos, los cuales acariciaba.”
“En un buen día hacía todo, con luz, con luz diurna, las miraba a los ojos, sino era un total desperdicio, tenía que observarlas morir.”
“El momento de la muerte es entrañable. Solo los que han asesinado saben de qué hablo. Cuando me liberen volveré a sentir ese momento. Estaré feliz de matar de nuevo. Es mi misión”.
“Soy el hombre del siglo. Nadie podrá olvidarme.”
Pedro Alonso López es puesto en libertad
En este momento os habréis quedado boquiabiertos, lo se, yo experimenté lo mismo que vosotros. Efectivamente, tras catorce años de prisión, Pedro Alonso López fue puesto en libertad. Ni siquiera cumplió la mísera sentencia impuesta. Le habían rebajado dos años por buena conducta. Parece una broma macabra que las autoridades ecuatorianas liberaran al asesino de 350 víctimas.
Lo que agravaba más el asunto es que el sujeto en la entrevista con Laytner había afirmado que volvería a asesinar. Víctor Lascaño, que era entonces el gobernador del presidio, tampoco se lo explicaba. Ante la sentencia solamente pudo decir: “Dios salve a las niñas. No ha sido reformado y es totalmente despiadado. ¡Toda esta pesadilla puede comenzar de nuevo!
Los padres de las víctimas, al enterarse que este demonio saldría en libertad se levantaron en fuertes protestas contra las autoridades. Para evitar que Pedro fuese agredido por una turba enfurecida a su salida de prisión, lo liberaron en la noche y por la puerta de atrás. Pero, una hora después, unos agentes de policía lo volvieron a capturar, esta vez con la excusa de que era un inmigrante ilegal.
El objetivo era extraditarlo a su país natal. A este respecto, el diario El Tiempo publicaba el 31 de agosto de 1994 una nota que decía: “A la espera de una orden de deportación, para ingresar a Colombia, permanece retenido en Ibarra (Ecuador), en la frontera con Ipiales, el tolimense Pedro Alonso López, de 45 años, conocido como El Monstruo de los Andes, quien terminó de purgar una condena de 14 años de prisión en el vecino país por asesinato y violación (…)”
Pedro Alonso López desaparece
Os imaginaréis el terror que se apoderó de los colombianos ante la noticia de que el Monstruo de los Andes iba hacia allá. Había una investigación abierta en su contra y se iba a celebrar un juicio. Inexplicablemente, el juez lo declaró loco y por tanto inimputable, así que lo derivó a un hospital psiquiátrico. Impresionante que tras sus confesiones y la terrible entrevista el juez haya dado esa sentencia, es fácil pensar mal, muy mal.
Pedro Alonso López permaneció en el hospital cuatro años, tras los cuales, los médicos lo declararon cuerdo y lo pusieron en libertad en 1998. El único requisito que debía cumplir era ir a firmar cada cierto tiempo y pagar una multa de 50 dólares. Alucinante en verdad la negligencia de las autoridades y el poco valor concedido a las vidas de las inocentes criaturas. Cincuenta míseros dólares valían la vida de más de 300 inocentes.
Acudió a firmar en un par de ocasiones, la última de ellas el 22 de septiembre de 1999 después no le volvieron a ver. Se sabe que acudió a visitar a su madre a quien le pidió dinero y después desapareció para siempre. Era como si la tierra se lo hubiese tragado.
En busca y captura
Después de tres años de no saberse nada de Pedro Alonso López, en 2002 la Interpol emite una orden de busca y captura en su contra. Algunos indicios apuntaban que había vuelto a las andadas. Había aparecido el cadáver de una niña en El Espinal, una de las zonas de operación del psicópata. El asesinato llevaba el mismo patrón que lo caracterizaba. No fue capturado.
Diez años después, en 2012, Interpol vuelve a emitir otra orden de busca y captura. Había aparecido en Tunja el cadáver de Andrea Marcela García Buitrago. Las características de este asesinato hacían pensar en el monstruo de los Andes. Otra vez, la búsqueda fue infructuosa.
Su madre piensa que sigue con vida, en una entrevista afirmaba tajantemente: “Se que no ha muerto. Otros familiares míos se me han aparecido en forma de <<presencia>> después de que falleciesen. Pero él no, Se que sigue ahí, en alguna parte”.
En contraparte la señora Póveda, la madre de la niña que se salvó de este demonio afirmaba: “No vivirá mucho. Será una bondad para el mundo que alguien asesine a este demonio. El monstruo de los Andes no durará mucho en el exterior. Tal vez por eso no hemos oído hablar de más chicas desaparecidas. Tal vez, incluso la policía de Colombia o Ecuador ya lo haya matado. Si lo han hecho, espero que lo hayan hecho sufrir”.
Se sabe que un grupo de padres de las víctimas se asociaron y ofrecían una recompensa de 25,000 dólares a quien entregase la cabeza de Pedro Alonso López. Actualmente, sigue en paradero desconocido y de seguir con vida tendría ahora mismo 74 años.
Quizás sigue vivo y haciendo mal. Quizás algún familiar cobró la ansiada venganza. Y quizás, solo quizás, alguien en algún confín del mundo disfruta de 25,000 dólares.
Reflexiones finales
El objetivo de esta sección de la página llamada Mentes Retorcidas es tratar de hacer conciencia en la gente de que los monstruos existen. Es necesario que aprendamos a distinguir el mal para combatirlo. Es indispensable hacer un ejercicio de empatía con los familiares de las víctimas y con ellas y preguntarnos ¿y si hubiese sido yo o mi hija?
Muchas veces se trata de justificar a los criminales con su duro pasado, pero, millones de personas tuvieron duras infancias. Sin embargo no se decantaron por violar y asesinar, por el contrario, centraron sus esfuerzos en ayudar a otros. Hay que llamar las cosas por su nombre y lo de estos infra seres es maldad, asquerosa y repugnante maldad.
Hago un llamado a los padres para que protejáis a vuestros hijos, que os hagáis conscientes de que este tipo de demonios están por todas partes. Que toméis consciencia de que el mal existe y los niños son las víctimas preferidas de estos demonios. También llamo a aquellos que no tengáis hijos a que colaboréis con los padres en la protección de los menores.
Solo el día en el que seamos realmente conscientes de la maldad podremos combatirla. El día en que seamos realmente empáticos podremos ayudar a nuestros semejantes. Y ese día, el mundo girará de otra manera y será un mundo mucho mejor. Sueño con un mundo así para las futuras generaciones.