Nota preliminar
Antes de empezar con este artículo, quiero aclarar que en ningún momento es mi objetivo generar odio o aversión hacia ninguna etnia o colectivo. Este no es un trabajo que busque incentivar el anti semitismo. Simplemente, me limito a relatar un episodio histórico que ocurrió en nuestro país en la época de los Reyes Católicos. Así mismo, quiero dejar claro que si algún individuo comete un acto infame, no se ha de generalizar a todo el colectivo al que pertenezca.
Os pido, queridos lectores que leáis este artículo sin sentir odio en vuestro corazón hacia los judíos. Recordad que todos los pueblos somos hermanos y en todos lados hay gente buena y mala y si se ha de despreciar a alguien, que sea a los criminales. Se ha de señalar a unos sujetos despreciables que ocultos bajo el velo de una religión cometen actos execrables. A sujetos que hicieron y siguen haciendo mal a sus semejantes y que se encuentran entre todos los pueblos, razas o religiones, desgraciadamente.
Una reunión en la noche
Los tristes acontecimientos que voy a relatar sucedieron en la época en la que Don Fernando y Doña Isabel eran los reyes de Castilla y Aragón. Se vivían momentos convulsos ya que el pueblo hispano luchaba contra el musulmán por la reconquista de estas tierras. Se dice que en aquel tiempo, un judío de nombre Benito García de las Mesuras convocó una reunión entre sus congéneres. A la sesión, celebrada en el secreto de la noche, acudieron individuos de las localidades de Tembleque, Quintanar de la Orden y La Guardia.
Se dice también que entre los participantes se hallaba un judeo-converso de nombre Juan Franco, quien supuestamente profesaba un mordaz odio hacia los cristianos. El objetivo de dicha reunión era planificar una venganza contra el pueblo cristiano por el recelo con que estos miraban a los judíos. La semilla de la desconfianza había germinado a raíz de una serie de crímenes en los que presuntamente algunos semitas estuvieron involucrados.
La venganza sería llevada a cabo envenenando las aguas en las que los cristianos solían beber. El potente veneno habría de crearse en un ritual en el que debían ser incinerados el corazón de un infante cristiano y una Hostia Consagrada. Las cenizas obtenidas en la siniestra ceremonia debían ser esparcidas en toda fuente, pozo o río al que acudiesen a beber los seguidores de Jesús.
Rapto y martirio del Santo Niño de La Guardia
Sería Juan Franco el encargado de conseguir a aquel que habría de ser inmolado para alcanzar el siniestro fin. Hacia Toledo se encaminó dispuesto a llevar cabo su misión. Merodeando por las calles de la antigua ciudad, al pasar por la Puerta del Perdón de la Catedral, a un pequeño de entre 3 y 4 años encontró. Con golosinas y juguetes consiguió engañarle y con él se lo llevó mientras su ciega madre oraba al Creador, aunque según otros mendigaba en el portón.
Llegó Franco a La Guardia con el inocente y oculto lo mantuvo, haciéndolo pasar ante los ojos de todos como hijo suyo. Pacientemente esperaron los malvados a que llegase la noche de Viernes Santo. Cuando la tan ansiada velada llegó, los verdugos con el niño fueron hacia una cueva a las afueras de la localidad.
Repitieron con la criatura paso a paso el Calvario que sufrió el Redentor. El pequeño mártir fue humillado, escupido, azotado, con espinas lo coronaron y a una cruz lo clavaron. Cuando cerca estaba la hora del infante, Benito García cortó su costado, extrajo su sangre y le arrebató el corazón. Cuentan los mayores que cuando el Santo expiró, su pobre madre la vista recuperó.
El descubrimiento del crimen y la condena de los verdugos
El pequeño mártir fue enterrado en el lugar y con los ingredientes en mano, Benito se encaminó a Zamora en busca de ciertos rabinos que conjurasen el ritual. En el camino, tuvo que detenerse en Ávila, donde, para no levantar sospechas, entró a una Iglesia a fingir que rezaba.
Pero no quiso Dios que semejante acto quedase impune y la Hostia Consagrada que llevaba oculta en un libro de oraciones comenzó a brillar. Los que se percataron, decidieron seguir a García hacia la posada en la que se alojaba. Convencidos de que estaban ante un santo varón, acudieron a las autoridades eclesiásticas. Poco tardó la Santa Inquisición en hacer su aparición en la habitación del judío. Hallaron la Hostia y otros indicios del crimen y sin embargo, nunca pudieron encontrar el corazón.
El malhechor fue apresado y a base de torturas se le extrajo la confesión donde dio los nombres de todos los que participaron en aquel crimen atroz. Uno a uno fueron apresados en la cárcel de Segovia y allí confesaron el asesinato. Posteriormente, fueron llevados a La Guardia para que mostrasen el lugar donde había sido enterrado el pequeño.
El cadáver nunca apareció, según los fieles y devotos, esto es porque el Señor, triste y apiadado, lo resucitó y lo llevó a su lado. Cuentan los mayores, que poco después, algunos vecinos fueron al lugar del martirio a excavar, con la esperanza de encontrarlo, pero solo hallaron el capotillo y los calzoncitos.
Cuando el macabro suceso trascendió a la opinión pública, hubo varios intentos de rebelión anti-judía, que afortunadamente fueron reprimidos. Los acusados fueron llevados a juicio y sentenciados a muerte. Y fue así como el 16 de noviembre de 1491 ardieron en la hoguera del Brasero de la Dehesa, en Ávila 2 judíos y 6 judeo-conversos.
Algunas consideraciones acerca del caso del Santo Niño de la Guardia
Lo que os acabo de relatar es a groso modo la historia del Santo Niño de la Guardia. El relato cabalga entre la leyenda y la realidad y los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de la veracidad del suceso. Algunos, han puesto nombre a los padres del pequeño teniendo así a Alonso de Pasamonte y a Juana la Guindera como sus progenitores.
Los inquisidores encargados de llevar el caso, fueron tres hombres de confianza de Tomás de Torquemada, inquisidor general. Dichos oficiales fueron Pedro de Villada, Juan López Cigales y Fray Fernando de Santo Domingo. Tras la sentencia de muerte, a los condenados se les confiscaron sus bienes, que fueron utilizados para financiar la construcción del Monasterio Dominico de Santo Tomás de Ávila.
El suceso, a mi juicio es verídico. En principio porque existe mucha documentación que avala la historia, tan es así, que es el caso más documentado. Entre los documentos se conserva la confesión de Benito García fechada el 6 de Junio de 1490. Además, no se trata de un caso aislado, ya que se han documentado otros sacrificios rituales de niños en diferentes países. Como ejemplos podemos citar a Guillermo de Norwich, Hugh de Lincol, Santo Dominguito del Val en Zaragoza o el Niño de Sepúlveda.
Otra referencia la encontramos en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, donde relata el caso de un niño martirizado de manera similar. El fraile converso Alonso de la Espina publica en 1449 un libro titulado “Fortalitium Fidei Contra judíos, sarracenos y otros enemigos de la fe cristiana”. En él, el clérigo inventariaba una serie de crímenes atribuidos a los judíos entre los que detalla relatos de crucifixiones infantiles.

Medalla del beato Simón de Rojas y san Cristobalito de La Guardia con el habito trinitario. Probablemente del siglo XIX
Por intercesión del Santo Niño de la Guardia
Con el transcurrir del tiempo, la devoción al Santo Niño de la Guardia creció y se extendió por toda la Península. Se dice que los milagros comenzaron desde el momento de su muerte, siendo la primera, la madre del pequeño. La Hostia Consagrada que delató al judío se conserva dentro de un relicario en el Monasterio Dominico de Santo Tomás de Ávila.
Entre los milagros más conocidos se habla de cuatro curaciones milagrosas a personas de la localidad de Alcázar de la Consuegra a comienzos de 1492. Los beneficiados fueron un tullido, una mujer con la boca torcida desde hacía más de 18 años, un sordo y una ciega. También se le atribuyen centenares de curaciones a niños enfermos. Incluso se cuenta que en 1599, cuando la peste azotaba Ávila, se sacó en procesión la Hostia Consagrada y la enfermedad remitió en la localidad.
Han sido los religiosos de la Orden de la Santísima Trinidad, quienes más han escrito acerca del pequeño mártir componiendo buena parte de las narraciones acerca de su vida. Fray Francisco de la Vega Toraya, cronista de la Orden, narra muchos de los milagros obrados por la Santa Intercesión del Niño.
Tanta es su influencia y devoción que el mismo Francisco de Quevedo, escribió una carta dirigida al rey. En ella le solicitaba que el Santo Niño de la Guardia compartiera Patronato de estas tierras junto al Apóstol Santiago. En la misiva se lee: “puede interceder a Dios, como no puede otro alguno, por la pasión que Cristo pasó por él y por la que él pasó por Cristo”.
El 25 de Septiembre La Guardia, llena de alegría, celebra la fiesta de su pequeño Santo Patrón. A la celebración acuden peregrinos, enfermos y devotos, unos a gradecer alguna Santa Intercesión y otros a solicitar su ayuda.
El Santo Niño de la Guardia en la literatura
Diversas plumas han relatado la historia del Santo Niño de la Guardia. Uno de ellos fue el Licenciado Sancho Busto de Villegas, miembro del Consejo General de la Inquisición y Gobernador del Arzobispado de Toledo. En 1569 escribió una narración autorizada del martirio del inocente a partir de los documentos del proceso. El texto quedó archivado en el Archivo Municipal de la Villa de la Guardia.
Posteriormente, en 1583 Fray Rodrigo de Yepes publica la “historia de la muerte y glorioso martirio del Santo Inocente que llaman de La Guardia”. En 1720, aparece en Madrid la “historia del Inocente Trinitario Santo Niño de la Guardia” escrito por Diego Martínez Abad. Martín Martínez Moreno, publica en 1785 su “historia del martirio del Santo Niño de La Guardia”.
José María Perceval también se hizo eco de la historia con “un crimen sin cadáver: el Santo Niño de La Guardia”. Quizá el más célebre autor que relató este triste episodio fue sin duda Lope de Vega en su obra “el Niño Inocente de la Guardia”.
Consideraciones finales
El martirio del Santo Niño de la Guardia, fue el desencadenante que llevó a la expedición del decreto de expulsión de los judíos de la península. Tristemente, pagaron justos por pecadores, ya que seguramente entre el pueblo semita muchos considerarían este crimen como una atrocidad. Sin embargo, a causa de individuos perversos muchos inocentes sufrieron las consecuencias.
Todo esto hace pensar en un grupo de individuos que haciéndose pasar por judíos y ocultos en la sombra llevaban a cabo actos deleznables. Ahora solo resta preguntarnos si ese grupo desapareció en la hoguera o sus descendientes consiguieron llegar hasta nuestros días.