La noche del 21 de Octubre de 1917, el pastor Nicolás Sánchez Martín, fue víctima del ataque de una misteriosa luz que le ocasionó la muerte.
De la Feria a Cambroncino
Pocos investigadores se han adentrado en la comarca de Las Hurdes a investigar los fenómenos extraños que allí suceden. Uno de ellos es Juan José Benítez, quien fue el primero en tener conocimiento de este suceso que, por sus características encaja en la casuística del fenómeno OVNI. Tuvo conocimiento del suceso en un viaje que realizó a la comarca en 1983 y en la aldea Vegas de Coria logró recabar mucha documentación sobre el caso.
Sucedió la noche del martes 21 de octubre de 1917. Era una noche fría y un fuerte viento azotaba las sierras de Ahigal. En este sitio, cada semana se llevaba a cabo una feria de ganado a la que acudía gente de varias localidades. Como cada semana, acudió a la feria Nicolás Sánchez Martín, un pastor de 39 años y natural de la alquería de Cambroncino.
Nicolás era un hombre de complexión robusta y un carácter rudo que le permitía no amedrentarse fácilmente. En los caminos de regreso a Cambroncino solían merodear lobos y animales nocturnos. Por esta razón, el pastor decidió acompañar de regreso al pueblo a sus vecinas las hermanas Pepa y María Iglesias. Iban los tres a caballo llevando cestos con viandas y demás mercaderías que habían adquirido en la feria. Cabalgando sorteaban los pequeños afluentes que desembocaban en el río Rivera Oveja.
Un desafortunado encuentro con una misteriosa luz
Al llegar a una vaguada, no muy distante del pueblo, los jinetes observaron una extraña luminaria que parecía ser azuzada por alguien. En principio creyeron que podría tratarse de un pescador o de algún cazador furtivo. Continuaron su camino con algo de miedo y conforme se estaban acercando al regato que estaba iluminado, sus temores iban en aumento. ¡Allí no había nadie! Aquella mortecina y amarillenta luminaria que parecía una pera, se movía sola y realizaba extrañas maniobras que dibujaban estelas en el agua.
Los tres estaban convencidos de que “eso solo podía ser cosa del diablo”. En aquellos años, en la comarca se hablaba de una especie de banastos voladores y unas colmenas de luz que se habían acercado a poblaciones como Cerezal, Carabusino o La Huetre, atemorizando a sus habitantes.
Las mujeres se cubrieron con sus negros mantos, en voz baja recitaban desesperadas plegarias y sin dudarlo, regresaron al pueblo de La Pesga, para coger otro camino y tratar de evitar aquella extraña luz. Sin embargo, Nicolás no quiso volver atrás, estaba decidido a no dejarse amedrentar por quien estaba manejando aquella luz y a todo galope se lanzó con su caballo hacia el regato.
Al bordearlo, el animal frenó en seco emitiendo un potente relincho, como si tuviese la premonición del peligro que acechaba. Estaban a menos de tres metros de “aquello” y Nicolás palideció al verlo. La luminaria ovalada, que se había elevado unos centímetros de las aguas, parecía retarle. El pastor, con gesto decidido cogió su enorme machete y cabalgando a toda velocidad intentó esquivar la luz.
El ataque
Después de una breve carrera, cuando Nicolás creyó que la luz se esfumaba, el caballo se detuvo bruscamente y comenzó a saltar y levantar las patas delanteras y casi tira a su jinete. En ese momento, el hombre se percató de que la luz se había posado entre las patas del animal y parecía abrasarlo mientras iba subiendo su intensidad.
Nicolás sintió un súbito calor acompañado de un terrible mareo que casi le hace caer del caballo. Aterrorizado comenzó a galopar a toda velocidad, convencido de que la luz lo perseguía. Su intención era avisar al doctor Víctor Sánchez, que en esa época era el único médico del municipio de Caminomorisco y esa noche iba a dormir en Cambroncino.
Se encontraba cerca y las fuerzas empezaban a fallarle, en sus ojos tenía una cortina “como de sangre” que le dificultaba ver el camino. Casi a ciegas llegó a la calle principal del pueblo, donde amigos y vecinos estaban reunidos esperándole. Minutos antes habían llegado las hermanas Iglesias y habían alertado a los habitantes del pueblo acerca del encontronazo.
La muerte de Nicolás
Nicolás llegó al pueblo con la apariencia de un muerto en vida, los testigos que se encontraban en el lugar afirmaron que “traía la tez pálida como la cera. Temblaba como un niño y balbuceando se metió en su casucha. Incluso parece que se hizo sus necesidades encima de la impresión que traía el hombre…”
Nicolás, que era un hombre joven y fuerte que gozaba de buena salud, falleció a las pocas horas. Según los testigos “su cuerpo se fue enfriando hasta morir”. Iluminados por la tenue luz que brindaban las lámparas de aceite, unos apesadumbrados vecinos cubren el cuerpo de aquel que pasó a ser conocido como el Mártir de Cambroncino. En el acta de defunción se marcó como causa de la muerte una bronconeumonía fulminante.
El periodista Iker Jiménez en su libro Enigmas sin Resolver I relata que acudió a la localidad y consiguió entrevistar a Juliana Expósito, hijastra de Nicolás. Ella le narró a Iker que recordaba de boca de su madre, Estefanía Expósito que a Nicolás “la sangre se había quedado congelada dentro de las venas de mi padrastro”.