El Duende de El Ladrillar
En febrero de 1907, en el poblado hurdano de El Ladrillar, sucedieron fenómenos que nadie ha podido explicar. Todos ellos relacionados con un extraño ser al que sus habitantes bautizaron como «el duende» y que sembró el terror entre sus habitantes durante tres fatídicos días.
El Duende en las Actas del Congreso de Hurdanófilos
Los días 14 y 15 de Junio de 1908, se celebró en la localidad cacereña de Plascencia el Primer Congreso de Hurdanófilos. Se trataba de una reunión organizada por personajes acaudalados e influyentes con el fin de llegar a acuerdos concretos que encauzasen la corriente solidaria que surgía en pro de combatir el déficit económico y humano que azotaba la región de Las Hurdes desde hacía mucho tiempo. No era este el primer intento, pero sí el más organizado. Tres décadas atrás habían comenzado a surgir exploradores que se aventuraban en la región para obtener crudas imágenes que mostrar al mundo y así poder ayudar a aquellos “pobrecitos hurdanos” a quienes muchos denominaban los “sin pan”.
En las actas de este congreso aparece relatada una peculiar historia, que habla cerca de un misterioso personaje que aterrorizó a los Habitantes del Ladrillar durante los días 26, 27 y 28 de febrero de 1907. Un ser que medía menos de un metro de altura, con una gran cabeza ovalada y acompañado de dos extrañas luces.
Los documentos relatan la irrupción de Don Isaac Gutiérrez, párroco de la pedanía hurdana El Ladrillar desde 1894 hasta 1911, denunciando lo que había ocurrido en su pueblo. Este hombre hablaba de un siniestro personaje que no parecía de este mundo, de corta estatura, que podía volar, que vestía extraños atuendos y que había aparecido en la localidad en varias ocasiones. ¡Pero es que aquello no era cualquier cosa! Afirmaba el párroco.
Los documentos refieren que en el pueblo se enfrentaban a un funesto “duende” como lo habían bautizado aquellos asustados testigos que pudieron contemplarlo y que relataban que tenía la facultad de flotar en el aire y que emitía una especie de sonidos guturales que les helaba la sangre.
Las descripciones del ser encajan en el arquetipo de extraterrestres que cientos de testigos a lo largo y ancho del planeta han descrito. Don Isaac afirma que “el duende vestía ropajes ceñidos y oscuros enfundados en un menudo cuerpo, la cabeza era desproporcionada por lo grande y las extremidades cortas”.
El Testimonio de Doña Serafina y una Extraña Muerte
Iker Jiménez en su libro Enigmas Sin Resolver I, plasma el testimonio de Serafina Bejarano Rubio, vecina de la localidad y testigo de lo sucedido aquel febrero de 1907:
“Es que yo lo he oído y lo he visto…” “Sí, hijo sí. Yo tenía nueve años. Y todo lo recuerdo perfectamente como si hubiera pasado hoy. Fueron tres días los que se apareció aquel <<tío>>. Venía volando, a no mucha altura, y perseguido de dos luminarias redonditas y fuertes. Casi nunca hacía ruido, pero a veces gritaba…”
“Sí, gritaba fuerte” “Era como un <<uuuuua, uuuuua>> que nos ponía de miedo. La gente se arrejuntaba en aquella placilla de abajo y veíamos como aquel demonio flotaba hasta esa arboleda de allí enfrente. Uno de los días llegó a posarse muy cerca del cementerio. Daba como un <<rivoleteo en el aire>> y volvía otra vez para una casa de allí. Estábamos muy asustados…Todos le teníamos miedo. Luego hubo un día que ya no volvió más y por eso se quedó lo del duende. Dicen que el cura lo expulsó, que llegó a pelearse con él. Pero eso ya no lo sé. Iba vestido de negro y era chiquito, chiquito…parecido igual a un mono. Yo tenía nueve años…Pero nunca podré olvidarlo”.
Don Isaac escribió una carta en la que denunciaba todo lo acontecido en su pueblo esos funestos días de febrero. Hacía especial hincapié en el hecho de que al llegar las 7 de la tarde, los vecinos, presas del terror se encerraban en sus viviendas. Para esas personas aquello no podía ser más que algún visitante del infierno.
En uno de esos tres fatídicos días, el sacerdote y un grupo de vecinos pudieron contemplar desde el pórtico de la iglesia como una de las luces que acompañaban a aquel «duende» sobrevolaba por encima de un grupo de niños, entre los que se encontraba Serafina. Los espectadores quedaron aterrados al ver como una pequeña de 5 años de nombre María Encarnación Martín caía fulminada al suelo. La pequeña cae enferma y nadie pudo hacer absolutamente nada para salvar su vida y es así como el día 2 de marzo de 1907, María Encarnación fallece por causas absolutamente desconocidas como señalaba su partida de defunción, firmada por Don Isaac.