La figura de Nicolás Flamel cabalga entre la realidad y el mito, muchas historias que se cuentan acerca de él y de su esposa Perenelle afirman que fueron capaces de sintetizar la piedra filosofal y lograr crear el tan ansiado elixir de la eterna juventud.
¿Quién era Nicolás Flamel?
Nicolás Flamel nació en Pontoise hacia el año 1330. Trabajaba como escribano público y al mismo tiempo se dedicaba a la alquimia. Se casó con Perenelle, una viuda parisina que era un poco mayor que él y poseía una pequeña propiedad. Flamel logró convertirse en uno de los burgueses más afamados y ricos de su época.
Para 1413, poco antes de su muerte oficial, ya había fundado siete iglesias, tres capillas y catorce hospitales. Su fortuna podía equipararse a la de un noble de aquel tiempo, siendo poseedor de alrededor de treinta casas y fincas.
Gozaba de la fama de ciudadano respetable hasta el día de su muerte acaecida el 22 de marzo de 1418. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de Saint-Jacques de la Boucherie, el templo de los Peregrinos de Santiago, que estaba cerca de la casa donde vivía. Su tumba estaba sellada con una lápida que él mismo había tallado con mucho esmero.
La leyenda de la Piedra Filosofal de Nicolás Flamel
Menos de un siglo después de su sepelio, los rumores acerca de la fortuna de Flamel empezaron a dispersarse por todo París. Era tanta la riqueza de aquel hombre que se llegó a la conclusión que el alquimista había conseguido sintetizar la Piedra Filosofal. Gracias a este conocimiento, Flamel consiguió transmutar algunos metales en oro, lo que le permitió enriquecerse. La vida taciturna que llevaba, el celo con el que guardaba la intimidad de su estudio y las buenas relaciones que mantuvo con algunos joyeros, no hicieron más que fortalecer la creencia en la Piedra Filosofal.
Estas leyendas aseguran que el alquimista plasmó su conocimiento en los relieves con los que decoró la fachada de sus casas. Un saber codificado a la vista de aquel que supiera descifrarlo. Al mismo tiempo se afirma que dejó pistas importantes en los pórticos que diseñó para dos enclaves importantes de la ciudad. El primero era la entrada del hoy desaparecido Cementerio de los Inocentes. El segundo se trataba de uno de los dinteles de la iglesia en la que fue sepultado.
Hacia el año 1700 los rumores estaban tan arraigados que la literatura se hizo eco de ellos. En este año, el abate Montfaucon de Villars plasma a Flamel como protagonista de su obra Le Comte de Gabalis. El texto lo retrata como un furtivo alquimista que logró sintetizar la Piedra Filosofal gracias a un misterioso tratado que cayó en sus manos.
Posteriormente autores como Larguier, Marguerite Yourcenar, Umberto Eco, Alejandro Dumas o J.K. Rowling también se harían eco de una leyenda que aún pervive.
La leyenda de la Inmortalidad
Como habíamos dicho anteriormente, Nicolás Flamel talló la lápida que cubría su sepulcro. En esta versa el epitafio “De la tierra vengo y a la tierra vuelvo”. Este singular texto contribuyó a que los rumores y las especulaciones en cuanto al alquimista cobraran fuerza.
Durante décadas, el sepulcro y su peculiar lápida se mantuvieron en su emplazamiento original en un extremo de la nave central de la iglesia de Santiago de París. Esta tumba se convirtió en lugar de peregrinación para aquellos que creían en las leyendas acerca de Flamel en busca de alguna clave que les permitiera poder acceder al saber oculto que creían que el alquimista había dejado.
En 1797, la lápida desapareció misteriosamente cuando se demolió la iglesia de Saint Jacques, dejando solamente su torre gótica flamígera. Antes de la demolición de la iglesia, se decidió abrir la tumba del alquimista. Muchos curiosos se presentaron a la exhumación para comprobar si en el nicho reposaban los restos mortales de aquel que se decía pudo obtener el secreto de la inmortalidad. Al abrir el sepulcro y encontrarlo vacío, la leyenda que afirmaba que Flamel obtuvo el elíxir de la eterna juventud cobró aún más fuerza.
Hace poco más de un siglo que apareció la losa. Fue encontrada durante las obras de remodelación de Les Halles en París. Actualmente se encuentra en el Museo de Cluny, en la pared de una de las escaleras que conducen hacia el tapiz de La Dama y el Unicornio, uno de los más famosos de la Edad Media.
El libro de Flamel
En 1711, Paul Lucas, un respetable viajero y escritor francés, que fungía como anticuario de Luis XIV hizo una curiosa revelación tras volver de un largo viaje por Oriente. En su obra Voyage dans la Gréce, l’Assie mineure, la Macedonie et l’Afrique relata un suceso que le ocurrió en la ciudad turca de Bursa. El relato afirma que se entrevistó con un misterioso derviche con quien sostuvo una charla acerca de la leyenda de Flamel.
Lucas le comentó a su interlocutor que en Europa estaba muy extendida la creencia en la inmortalidad, lo cual resultaba una superchería. El derviche indignado ante la negación de estas cuestiones, rotundamente le afirmó a Lucas que “Flamel no está muerto”. Inmediatamente le dijo que el alquimista es “un verdadero filósosfo” y “ni él ni su mujer saben todavía lo que es la muerte. No hace ni tres años que los dejé a ambos en las Indias”.
Lucas, convencido de que las palabras del derviche eran verdaderas, decidió seguir las pistas de Flamel para tratar de localizarlo. Sus pesquisas le llevaron a descubrir que el secreto del alquimista procedía de un misterioso libro con bordes guarnecidos de cobre y que tenía los cantos dorados. El texto estaba firmado por “Abraham el judío, príncipe, sacerdote, astrólogo y filósofo”. Flamel habría adquirido este ejemplar hacia el año 1357 y lo guardó con gran celo. En el volumen se incluían unas láminas que describían el complejo proceso que permite transmutar el plomo en oro.
Un viaje iniciático
La existencia de este misterioso texto, solamente la conocía su esposa Perenelle. Ambos coincidían en la importancia de aquel texto y en la necesidad de traducirlo. El texto estaba en hebreo antiguo y en Francia los judíos habían sido expulsados obligándolos a emigrar a España. Por estos motivos Flamel decidió emprender un viaje hacia la Península Ibérica en busca de algún rabino que pudiese ayudarle a descifrar el misterioso texto.
Flamel decidió que sería más seguro dejar el libro en casa bajo la custodia de su esposa, así que solamente copió algunas páginas. Para no levantar sospechas entre los vecinos y poder viajar de una manera segura, se unió a un grupo de peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela.
Una vez en España, se dedicó a buscar a algún judío que pudiese ayudarle. Finalmente, en la ciudad de León, conoció a un anciano rabino, al que llamaban Maestro Canches. Flamel le mostró las páginas que traía consigo, pero el judío no pudo ayudarle a interpretarlo debido a que no era el libro completo. Canches le prometió a Flamel que le ayudaría a interpretar el libro así que juntos emprendieron el viaje de regreso a París.
Durante el camino, el maestro Canches fue transmitiendo muchos de sus conocimientos a Flamel, pero al llegar a Orléans cayó gravemente enfermo y murió sin llegar jamás a traducir el libro. Las leyendas apuntan a que Flamel consiguió descifrarlo y así fue capaz de transmutar metales en oro y amasar una gran fortuna.
Además, gracias a ese libro, también consiguió desarrollar el elíxir de la eterna juventud y hay quienes afirman que sigue vivo. También hay quienes piensan que se encuentra en algún lugar de Asia o de la Península Ibérica. Incluso se dice que Fullcanelli, autor del libro El Misterio de las Catedrales fue alumno suyo.
Interesante.
Hola Pablo, gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado, un saludo.