En la Edad Media, la región de Lugo fue testigo de un milagro. Se dice que el Santo Grial es el cáliz que Jesús utilizó durante la última cena y que fue custodiado celosamente por los Caballeros de la Orden del Temple. Son muchas las Iglesias que presumen poseer tan valiosa reliquia, pero en una pequeña aldea de Galicia existe un caliz que, aunque no es aquel que utilizó el hijo de Dios, fue capaz de emular sus prodigios.
En la Sierra de O Caurel, se encuentra la pequeña aldea de O Cebreiro. En esta localidad son habituales las pallozas, viviendas tradicionales celtas de piedra, en forma circular con un tejado cubierto con tallos de centeno a modo de cono. Pero no solo estas viviendas hacen de O Cebreiro un lugar muy importante, también es parte del Camino francés a Santiago de Compostela. Y en su Iglesia dedicada a Santa María A Real se guardan las reliquias de un milagro.
Un cura atormentado
La tradición cuenta que la parroquia de O Cebreiro era regentada por un cura de Aurillac. El sacerdote estaba atravesando por momentos de flaqueza en su fe. Dudaba de que pudiera ser real el milagro de la conversión del vino y el pan en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Señala Leandro Carré en su versión de esta historia recogida en La Voz de Galicia del 22 de agosto 1992 que “La duda mordía con frecuencia el corazón del sacerdote; la duda amargaba las horas solitarias de sus noches de insomnio”…
“…¡Oh, Dios!-murmuraba el cura afligido-. La fe se debilita en mí. Mi ser se enflaquece y mi cerebro estalla, pero no veo claro este misterio. ¿Unas leves cruces trazadas en el aire por mi mano y unas pocas palabras murmuradas por mi boca, no siempre limpia y pura, cómo pueden hacer tal milagro?”
El párroco tenía por costumbre oficiar misa muy temprano cada mañana. Un buen día, las inclemencias del clima azotaron fuertemente el poblado y nadie acudió al Santo Oficio, así que el sacerdote estaba oficiando la misa en solitario.
El Milagro
En el momento de la consagración, el cura escuchó como de repente se abrían las puertas de la Iglesia. Giró la cabeza pensando que había sido a causa de los fuertes vientos. Sorprendido vio que se trataba de Juan Santín, un vecino de la aldea de Barxamaior que era muy devoto de la Santa Misa.
El sacerdote, menospreciando el sacrificio del campesino, se preguntó si valdría la pena esforzarse en caminar media legua en un día como ese solo para probar un poco de pan y de vino. En ese mismo momento, la Sagrada Forma que estaba sobre la patena se transformó en auténtica carne y el vino que contenía el cáliz en sangre, tiñendo incluso los corporales. Ante el milagro, el cura cayó de rodillas pidiendo perdón por su falta de fe y se desplomó ante el altar. Juan apresuradamente trató de socorrer al sacerdote pero fue en vano, había muerto. En ese momento las campanas de la Iglesia comenzaron a sonar y el cielo se despejo.
En aquel tiempo estaba colocada sobre el altar mayor una talla románica de la Virgen con el niño. Mientras acontecía el milagro la imagen inclinó ligeramente su cabeza hacia abajo para contemplar el milagro y en esa posición está actualmente. Cabe destacar que las tallas románicas siempre miran hacia el frente.
Los Reyes Católicos
El milagro fue conocido por los Reyes Católicos, y en 1486 en un peregrinaje a Santiago de Compostela quisieron contemplar personalmente las reliquias. Intentaron llevárselas consigo, así que las pusieron en un carro. Los caballos anduvieron unos kilómetros e inexplicablemente frenaron su paso negándose a andar. Cuando soltaron a los animales, estos corrieron en dirección a O Cebreiro y se posaron a las puertas de la Iglesia de Santa María A Real.
Los Reyes comprendieron que era voluntad divina que las reliquias debían quedarse en O Cebreiro, así que obsequiaron a la parroquia un relicario de plata para guardarlas. El Padre Yepes, cronista benedictino. dice al respecto: «Estuvieron mucho tiempo la hostia vuelta en carne en su patena y la sangre en el mismo cáliz donde había acontecido el milagro, hasta que, pasando la reina Doña Isabel en la romería a Santiago, y hospedándose en el monasterio del Zebrero, quiso ver un prodigio tan raro y maravilloso, y dicen que entonces, cuando lo vio, mandó poner la carne en una redomita y la sangre en otra, adonde hoy día se muestran»
En la Iglesia, pueden verse el cáliz y la patena en una pequeña vitrina y las reliquias en un relicario de plata debajo. También se encuentran dentro del recinto los sepulcros de Juan y el sacerdote. El milagro fue avalado a través de bulas dictadas por los papas Inocencio VIII y Alejandro VI. Este suceso se difundió por toda Europa a través de peregrinos y es tan trascendental que el cáliz y la patena forman parte del escudo de Galicia.
El milagro causó mucha impresión en todos los ámbitos y en el arte se reflejó. Wagner lo incluyó en su obra Parsifal, un drama musical estrenado en 1882. El escritor gallego Ramón Cabanillas habla del suceso en su poema O Cabaleiro do Santo Grial incluido en su libro Na Noite Estrelecida.