Tres epidemias en una década, misteriosas luminarias en el cielo, desapariciones sin dejar rastro, psicofonías, seres antropomorfos y extrañas brumas, son los fenómenos que envuelven al pueblo de Ochate.
El pueblo de Ochate
Ochate es una aldea perteneciente al Condado de Treviño. Su nombre, en antiguo euskera significa “puerta secreta o de frío”. Durante el último siglo el pueblo ha permanecido vacío. Hoy en día, de Ochate solamente queda un viejo torreón casi derruido, que aún se alza majestuoso. El único vestigio de un pasado marcado por la tragedia. Muchos habitantes de las poblaciones cercanas de Ajarte o Imiuri, no dudan en achacar los trágicos sucesos y el abandono del pueblo a una maldición. En algunos documentos históricos se habla de repentinas epidemias, desapariciones misteriosas y muchas calamidades que hicieron mella en el lugar.
Antiguamente, el poblado se llamaba Goate, así aparece por primera vez en la Nómina de San Millán, en 1134. Por aquel entonces la localidad contaba con quince habitantes. Un siglo después se construye la torre que fue dedicada a San Miguel Arcángel. Con una altura de 702 metros y elaborada con piedras blancas hacen que sea distinguible en la noche desde los caminos que van hacia Vitoria. En 1254 se pierde todo rastro de la aldea, para volver a figurar en los registros hasta el siglo XVI. De aquella época sobrevivieron también las hileras de tumbas que parece que albergaron niños o gente muy pequeña.
Epidemias y desapariciones en Ochate
En 1557, Ochate queda vacío debido a la muerte y la migración de sus habitantes hacia otras aldeas. Fue hasta 1750, cuando la aldea volvió a estar habitada, ese año se censaron seis habitantes. En 1860, una epidemia de viruela deja en el pueblo solamente una docena de habitantes. Posteriormente en 1864, surgió la tifus y en 1870 el cólera. El cementerio de la localidad no tenía capacidad para todos los cadáveres, así que se utilizó como camposanto la vaguada que forma el centro de la aldea. ¿Cómo es posible que tres epidemias asolasen solamente a Ochate sin afectar a las localidades cercanas?
Una mañana de noviembre de 1868, Antonio Villegas, de 40 años, párroco de Ochate, se encaminó rumbo a la Ermita de Bergondo, en la zona superior del pueblo. Iba en busca de utensilios para acondicionar algunos hogares que quedaron abandonados a causa de la epidemia de tifus. Fueron varios los vecinos que le vieron subir por el camino que bordea la torre, y desde ese día nadie supo más de él.
Durante años, continuaron desapareciendo personas en la zona sin dejar rastro. El 20 de agosto de 1970, en el camino que conduce a Ochate, apareció el cadáver del agricultor Francisco Amestoy completamente carbonizado. No había rastro de materiales inflamables. En los alrededores. Esa misma noche, en la vecina localidad de Marquínez, desaparece el agricultor Juan Peché. Muchos vecinos de la localidad achacaban las desapariciones a unas misteriosas luminarias que se veían en el cielo desde los años cuarenta.
Extrañas luces
En 1947, el labrador Víctor Moraza, fue el primero en denunciar la presencia de unas extrañas luces que sobrevolaban las ruinas de Ochate. Desde su hogar pudo contemplar una extraña luz con forma esférica que parecía descender hacia el pueblo. Se encaminó hacia las ruinas y pudo observar sobre la torre algo parecido a un globo de color blanquecino. El objeto, tras permanecer estático, cayó sobre la torre iluminando toda la zona.
El 17 de agosto de 1978 a las 23:15, Ángel Resines, un agricultor de Navarrete, una localidad vecina, regaba su huerto cuando observó algo extraño. Se trataba de una pequeña luz blanca, parecida a una estrella, que se dirigía a Ochate. Segundos después, algo que parecía una enorme pelota de rugby se le echó encima descendiendo casi a ras del suelo. Con el miedo, corrió a ocultarse en el cobertizo mientras contemplaba como aquello remontaba el vuelo. El objeto se dividió en tres de tamaño semejante. Alineados, se dirigieron hacia unos montes próximos y tras un corto vuelo, cayeron en tierra.
El 24 de Junio de 1981, Prudencio Muguruza, empleado de la Caja de Ahorros de Vitoria, vio una esfera azulada de gran tamaño mientras paseaba con su perra. El objeto parecía descender en las cercanías de Ochate. En un testimonio recogido por el periodista Iker Jiménez en su libro Enigmas sin Resoolver I, Prudencio relata que “sentía un miedo indescriptible, oía a mi alrededor una especie de intensísimo zumbido, sin pensarlo dos veces, como un auténtico autómata, saqué una foto con mi modesta cámara a aquel increíble fenómeno”.
Extrañas presencias
Fernando Gil relata que una noche contemplaba las estrellas junto a la torres de Ochate. Alrededor de las dos de la madrugada sintió cerca de él pisadas que parecían acercarse y trazaban una especie de círculo en torno a él. Inmediatamente percibió el tacto helado de una mano invisible rozarle la espalda. En el entorno no había nadie. Gil está convencido de que “Ochate es la puerta de algo, es un lugar donde se mezclan todo tipo de energías que parecen manifestarse en momentos muy concretos, como esperando salir a la luz”.
Entre enero y junio de 1987 se obtuvieron dos psicofonías en la torre. En la primera de ellas se aprecia el chillido de una niña que parece decir Pandora o quizás Kampora. La palabra kampora en euskera significa fuera. En la segunda, la voz ronca que parece de una mujer madura a modo de lamento pregunta ¿Qué hace aún la puerta cerrada?
Paralelamente a la obtención de estas psicofonías, el investigador Alberto Fernández aparece asfixiado en el interior de su vehículo al que previamente había sellado las ventanillas. Tras un mes del fallecimiento, Fernando Gil y Luis Gómez escucharon lamentos en el interior del cobertizo cercano a la torre. Al asomarse, percibieron la imagen de un hombre que aseguran se trataba de Alberto.
Más fenómenos
En 1987, Mikel Colmenero relata que una noche en la que iba con un grupo de radioaficionados se alejó con su coche. Su equipo radiofónico empezó a fallar pese a que las baterías eran nuevas. En un momento del camino vio a dos sujetos de gran estatura que se acercaban por un lateral. Las figuras tenían la cabeza ovalada y en ella no se distinguía ningún rostro y vestían un atuendo ceñido. Colmenero afirma que en su equipo se grabó una psicofonía que decía “Yo sí estoy”, pero a causa del miedo se deshizo de la cinta.
Varios testigos, entre los que se cuentan investigadores, vecinos y miembros de las Fuerzas Armadas afirman haberse perdido durante horas en una extraña y densa bruma que surgió junto a la torre. Una noche de julio de 1987, la primera y tercera compañía de carros blindados de la base militar de Araca, estuvieron atrapadas en una espesa neblina durante cuatro horas.
Desde las 23:30 hasta las 3:30, los sargentos L. Balbino, P. Resines y M. Laborda intentaban comunicarse por radio, pero unas extrañas interferencias lo hacían imposible. Afirmaron no saber donde habían estado todo ese tiempo y que estuvieron dando vueltas sin poder enlazarse unos con otros.