El cementerio de Greyfriars
El cementerio de Greyfriars se encuentra ubicado en la ciudad de Edimburgo, en Escocia. Se dice que es uno de los lugares más embrujados de la localidad. Su historia está envuelta en tragedias y constantes enfrentamientos. El silencio que lo envuelve solamente es roto por los gritos de aquellos que afirman haberse topado cara a cara con lo sobrenatural.
El camposanto fue gestionado por los monjes franciscanos hasta que en 1559 la Reforma Protestante terminó con todas las órdenes monásticas. En el siglo XVI, el cementerio de Greyfriars se convirtió en el principal lugar de enterramiento de la ciudad.
En el siglo XVII, en el seno del presbiterianismo, estuvo vigente el movimiento religioso de los covenanters. Esta iniciativa llegó a su fin a partir de 1679 cuando 1,200 covenanters fueron apresados y encarcelados, lo cual desembocó en una revolución. Muchos de los fallecidos en este episodio fueron enterrados en el cementerio de Greyfriars.
A principios del siglo XIX, Edimburgo era una ciudad que lideraba los estudios de anatomía. Para ello, la legislación escocesa indicaba que los únicos cuerpos que podían emplearse en la investigación eran los de niños huérfanos o abandonados. También podían emplearse los de aquellos que habían muerto en prisión o que se habían suicidado. Pero era tal la demanda de cadáveres, que algunas personas sin escrúpulos se dedicaron a saquear tumbas y hacer así un negocio.
En este cementerio reposan los restos de personalidades ilustres como la filántropa Mary Erskine y el abogado John Bayne of Pitcairlie. También están los arquitectos William Adam y James Craig y el poeta Allan Ramsay, entre otros. J. K. Rowling, se inspiró en los nombres de algunas tumbas para los personajes de su exitosa saga de Harry Potter. Entre los que utilizó la autora se encuentran William McGonagall y Thomas Riddle.
Mackenzie el terrible abogado
Uno de los fantasmas que aparecen con más frecuencia en el cementerio de Greyfriars es el del abogado George Mackenzie, apodado Bloody Mackenzie. Este hombre nació en Dundee alrededor de 1636 y es descendiente de familias nobles. Fue educado en las mejores escuelas y en 1659 ingresó en el Colegio de Abogados de Edimburgo. Rápidamente fue nombrado Sir, posteriormente miembro del Parlamento y finalmente Lord Advocate, lo que le permitió ingresar en el consejo privado del rey.
Con el nombramiento de Lord Advocate le fue encomendada la tarea de perseguir a los covenanters, a los que torturó y asesinó. Muchas crónicas de la época que recogen el testimonio de algunas víctimas que tras haber sido torturados y condenados a la horca se refieren a Mackenzie llenos de rabia y maldiciéndolo.
Tras el episodio de los covenanters y el destronamiento de Jacobo II, Mackenzie se retiró de la vida pública. Se marchó a vivir a Inglaterra hasta su muerte en Westminster que acaeció en 1691. Al fallecer fue sepultado en una imponente tumba en el cementerio de Greyfriars, conocida como el Mausoleo Negro.
El fantasma de Mackenzie en el cementerio de Greyfriars
Se dice que en una oscura y tormentosa noche de 1988, un vagabundo, en busca de refugio, irrumpió violentamente en el Mausoleo Negro. Quizá guiado por la avaricia, el hombre descendió a la parte inferior del sepulcro, donde se encuentra el féretro. Al tratar de abrirlo, el suelo cedió bajo sus pies y el vagabundo cayó en una fosa común rebosante de restos óseos. Aterrorizado, salió corriendo del lugar, mientras un vecino que pasaba por el cementerio y contempló lo ocurrido llamó a la policía.
Al día siguiente, comenzaron a manifestarse los fenómenos paranormales en el mausoleo y en el cementerio. Una mujer declaró que al tratar de asomarse al Mausoleo Negro sintió como un aire helado la empujaba violentamente hacia atrás. Cientos de personas afirman haberse topado con esta siniestra presencia y todos lo describen como un hombre esquelético.
Los testimonios mencionan que el espíritu se deleita en manifestarse a través de golpes, mordeduras, quemaduras, pinchazos o bajadas repentinas de temperatura. Muchos testigos afirman haber sentido cansancio extremo e incluso desvanecimientos al estar frente al mausoleo. Una mujer fue encontrada en el lugar en un severo estado de desorientación y confusión y en su cuello presentaba unas inexplicables contusiones.
El ministro espiritualista Collin Grant estaba convencido que los testimonios acerca del espíritu de Mackenzie eran reales y que este espíritu perverso deambulaba por el camposanto. En 1999 la prensa local le invitó a investigar los sucesos. El ministro afirmó que el cementerio de Greyfriars y más concretamente la prisión donde fueron encerrados los covenanters estaban poseídas por almas en pena y demonios. También aseguró que como exorcista no podía enfrentarse a una posesión de semejante magnitud así que decidió abandonar el proyecto y pocos meses después murió. Muchos atribuyen su muerte al malvado George Mackenzie.
El perrito Bobby
La historia de Bobby es sin duda muy conmovedora. Este perrito de raza Skye Terrier era el mejor amigo de John Gray, un policía encargado de hacer la vigilancia nocturna en el cementerio de Greyfriars. El fiel can lo acompañaba todas las noches en su trabajo y siempre se mantuvo a su lado.
Dos años permanecieron juntos, hasta que John cayó enfermo de tuberculosis y falleció el 8 de febrero de 1858. A partir de ese día Bobby se instaló a vivir en el cementerio junto a la lápida de su amo y así permaneció durante catorce años hasta que murió.
Los habitantes de Edimburgo le habían cogido cariño a Bobby y le prodigaban alimentos y algunos mimos. Tan lejos llegó su fama, que incluso el Lord Provost de la ciudad, Sir William Chambers, pagó sus tasas y le compró un collar.
Al morir el perrito en 1872, los ciudadanos solicitaban que fuese sepultado junto a su amo, pero las autoridades se negaron. Tras la negativa se escogió como lugar de descanso para el fiel can una zona ajardinada afuera de los muros del cementerio.
Conmovida por la tierna historia, una filántropa inglesa mandó construir la fuente y la estatua que actualmente se encuentran a la entrada del cementerio de Greyfriars. Muchos testigos afirman haber visto al perrito caminar entre las tumbas y por los pasillos del camposanto. Tan querido es este tierno can que algunos visitantes le obsequian con algún juguete o una golosina.