Mientras Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la orden del Temple ardía en la hoguera, profiere una terrible maldición a todos los responsables de su injusta muerte.
¡A fuego lento!
Es 18 de marzo del año del Señor de 1314, en París hace frío y hay niebla. Las campanas de la catedral de Notre Dame doblan a muerto. Apresuradamente una multitud se agolpa a ambas orillas del río Sena. Expectantes observan pasar una lúgubre comitiva, la encabezan varios soldados a pie, tras ellos, otros escoltan una carreta. En el interior de esta pueden verse las siluetas de dos hombres fuertemente atados. Cierran la comitiva arqueros y más soldados.
Al llegar a la orilla del río unos guardias bajan a los condenados y en una barca los trasladan hacia el pequeño islote conocido como la isla de los judíos. Allí, junto a dos piras preparadas frente a la Catedral de Notre Dame, los esperan sus verdugos. Los prisioneros no se resisten, en sus rostros puede verse la resignación. El mayor de ellos, que tiene ochenta y un años, suplica que aten juntas sus manos para poder rezar. Se trata de Jacques de Molay el último Gran Maestre de la órden del Temple. El otro reo es Godofredo de Charnay.
Los verdugos los amarran con largas cadenas a dos grandes vigas de encina. Los verdugos amontonan leña en torno a ellos, pero solo hasta las rodillas, la orden del rey había sido contundente: “Deben morir a fuego lento”. Desde una pequeña ventana del palacio de la Cité, el monarca contempla complacido la escena. Un jinete toca la trompeta y dos verdugos encienden leños untados con aceite. Arrojan los leños a las piras y las hogueras se encienden, mientras entre la multitud estallan clamores. Una nube de humo se eleva por los cielos de París y el olor a quemado se extiende por toda la isla de los judíos. La multitud consternada enmudece y en medio del silencio, el gran maestre alza su voz para proferir una terrible maldición:
“Dios sabe quien se equivoca y ha pecado, y la desgracia se abatirá pronto sobre los que nos han condenado sin razón. ¡Dios vengará nuestra muerte! Clemente, y tú también Felipe, traidores de la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios! Atí, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti Felipe, dentro de este año.”
Horas después, cuando las llamas se han extinto, el pueblo enfebrecido se abalanza a tratar de recuperar las cenizas de los mártires, pasando por encima de los guardias. El monarca, asustado ante la reacción del pueblo, había ido a ocultarse. El rey Felipe el Hermoso había condenado a muerte a los templarios y el Papa Clemente V, lo había consentido.
Treinta y tres días después, el 20 de abril de 1314, Clemente V, con cincuenta años de edad, fallece en Roquemaure aquejado por una extraña enfermedad. Ningún médico pudo hacer nada para salvar su vida. Los informes recogen que murió “a merced de unos horribles sufrimientos” víctima de un “dolor insufrible que le había mordido el vientre”. La maldición del Gran Maestre, se había cobrado a su primera víctima.
Meses después, en noviembre, Felipe sale de cacería y pese a ser un experimentado cazador y jinete, choca inexplicablemente contra unos ramajes y se golpea la cabeza al caer del caballo. Semanas después, el 29 de noviembre de 1314, el rey perece en Fontainebleau en soledad, presa de terribles padecimientos a causa de un derrame en una zona no motriz del cerebro. La maldición se cobró a su segunda víctima.
Pero la maldición no solamente iba designada a Clemente y a Felipe, sino también a los descendientes de este, siendo así que entre 1314 y 1328 murieron los tres hijos varones y los nietos del rey. Catorce años después de la muerte de Jacques de Molay la dinastía de los Capeto, tras haber reinado en Francia durante trescientos años, dejó de existir. Además, Francia entró en una ruina política, puesto que los gobernantes europeos no querían tener tratos con una familia maldita.
¿Fue acaso tan poderosa la maldición de Jacques de Molay? ¿Fue un castigo divino por haber ejecutado al Gran Maestre de los Templarios? ¿Fueron otros caballeros templarios los que se encargaron de hacer cumplir la maldición a los asesinos de su Gran Maestre y a sus compañeros? ¿Cuál es tu opinión? Déjamela en los comentarios.